Heridas y Cicatrices

Hace unos días hice algo que no me gusta hacer. Participé en una conversación publica en FB que comenzó con algo positivo y terminó con alguien sugiriendo que soy una persona cruel por haber decidido criar a mi hija junto a mi marido. Fue en ese momento que decidí retirarme, porque sabía que esa conversación ya no iría a ningún lado.

Lo que sentí todo ese día me sorprendió algo porque hace tiempo no tomaba este tipo de expresiones en serio. Sin embargo mi corazón latió mas fuerte en ese día y no pude apartar mis pensamientos de esa conversación.

Después de unas horas, más de una persona me contactaron al inbox para darme algún aliento. Una amiga muy querida me dijo algo como: «espero que tus heridas puedan sanar». Y eso me dejó pensando.

Generalmente describo la sanidad que viví como una cicatriz que ya no duele, pero me ayuda a no olvidar la herida. En mi diario vivir soy mucho más feliz que en cualquier momento anterior de mi vida. El sol comenzó a salir cuando me acepté y solo siguió brillando mas fuerte cada día.

Muchas veces vemos la sanidad como un resultado. Pensamos que cuando llegamos, ya no sentimos dolor ni tristeza. Esperamos toda la vida ese momento en que por fin seremos libres del dolor. Sin embargo, el dolor que sentimos nos ayuda a conectar con el dolor de otros. Es la experiencia compartida. Une nuestras almas y nos da fuerzas. No quiero desconectarme de lo que viví. No quiero olvidarlo porque no quiero perder las lecciones que esas experiencias me enseñaron. Las fuerzas que tengo hoy las tengo justamente porque hubo un momento en que sentí que lo perdería todo.

Me lancé y gané mas de lo que tuve antes. Pero eso no anula el dolor que sufrí. Como escribí en otra ocasión, cada otoño (americano) me recuerda al tiempo en que me salí de la iglesia antes de que me echaran, cuando me prepare a enfrentar al mundo. Fue el momento mas decisivo y quizás el más difícil de mi vida. No lo quiero olvidar. Es la fuente de la fuerza que tengo hoy. Recordarlo me ayuda a levantar la cabeza y sonreír.

Hoy honro las heridas que sanaron. Recuerdo el dolor, la vulnerabilidad, la soledad, el temor. Honro mi corazón desnudo y frágil. Y también honro las fuerzas que no sabía que tenía. Agradezco a la vida por enseñarme la paz que llegó como resultado de la aceptación. Cuando hablo de lo que me tocó vivir, no lo hago ya con un corazón herido, sino con una actitud triunfante.

Honro mis cicatrices porque sé que hoy mismo hay miles que viven escondidos. Viven con temor de lo que sus seres amados dirán. Viven con las heridas resultantes del rechazo. O quizás viven con un dolor completamente diferente. Honro mis cicatrices porque me conectan al dolor universal, y al mismo tiempo irradian esperanza de lo bueno que puede aún venir cuando uno piensa que ya todo terminó.

Agradezco a la vida por permitir que mis heridas no desaparezcan, sino que siempre puedan permanecer las cicatrices para recordarme de lo débil que pensé que era y lo fuerte que resulté ser.

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El proceso doloroso pero fortalecedor de entenderme y salirme del closet lo describí en tres partes: El testimonio que nunca dí en la iglesia, La oscuridad antes de mi amanecer, y La conversación mas difícil de mi vida.

2 comentarios en “Heridas y Cicatrices

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