Estoy en el tren, camino a casa después de una visita a la ciudad de Philadelphia, Pennsylvania. Fui para una conferencia, sin conocer mucho sobre el lugar. No sabía, por ejemplo, que la ciudad cuenta con un barrio denominado ¨The Gayborhood¨ (juego de palabras para describir una vecindad gay). Coincidentemente también se celebra el festival de orgullo este mismo fin de semana, así que el vecindario ve mucho movimiento. La última noche antes de mi partida me paseé por las calles adornadas con arcoiris por todas partes, música y un montón de gente alegre, celebrando.
A la mañana siguiente decidí volver. Después de tomarme un café descubrí una librería LGBT. Me encantan los libros, y me encanta tomarme tiempo para explorarlos de a uno antes de decidir cuáles llevo conmigo. Es una experiencia que se pierde con la compra de libros en internet.
Me encantó ver tantos libros llenos de relatos compartidos sobre a la experiencia gay.
A la salida encontré un letrero con la historia del lugar, fundado en 1976. Mientras leía, sentí algo subir dentro mío. Comencé a percibir una fuerza interna y un sentido de comunidad. Somos gente de muchos rincones del mundo que nos sumamos a la lucha por una vida mejor. Nuestras experiencias son extremadamente variadas pero al mismo tiempo nos vemos fundamentalmente unidos.
Muchos hemos experimentado profunda confusión, vergüenza, temor, y el deseo de poder deshacernos de ese sufrimiento a toda costa – quizás inclusive el deseo de deshacernos de nosotros mismos. Pero aprendimos a superar la presión de expectativas ajenas. Logramos diferenciar entre el juicio de otros y nuestra verdadera identidad. Pudimos abandonar la vergüenza y reemplazarla con sentimientos de compasión y amor propio.
Entendimos que la vida no podía continuar igual y nos armamos de fuerza en vez de temor.
Sentir esa fuerza interna por primera vez es inexplicable. Nos sentimos invencibles, generalmente como reacción directa y opuesta a los años en closets apretados y oscuros. Me atrevo a decir que todos habremos experimentado los golpes inesperados que son la reacción de otros a nuestra nueva identidad. Agarramos fuerzas, nos levantamos, abrimos la boca y expresamos nuestra verdad.
Y por fin, nos sentimos invencibles.

«Giovanni’s Room» Fundada en 1973, sirvió como refugio y centro cultural al principio del movimiento moderno por los derechos civiles de la comunidad LGBT. La librería proveía recursos para los que luchaban por los derechos para personals LGBT.
Pero la historia no termina ahí. Nuestra verdad amenaza a los que prefieren el status quo. Los que están cómodos con un pie encima nuestro. Asustados, responden con golpes verbales, emocionales, espirituales, físicos… Y más de una víctima se preguntó, ¿será que esa fuerza que sentí fue suficiente para seguir adelante?
Pero nos tomamos un tiempo para sanar y volvimos a levantarnos.
Fue ese proceso colectivo el que nos trajo a dónde estamos hoy. Seguimos luchando, porque todavía nos queda mucho por delante. Nadie nos preguntó si queríamos esta lucha. Nacimos en la sociedad que nacimos y lidiamos con lo que tocó vivir. No lo elegimos, pero asumimos el desafío porque no nos quedó de otra.
Y por lo que logramos, nos sentimos orgullosos.
Enfrentar a otros es difícil. Nos levantamos frente a la sociedad y nos atrevimos a decir: basta. Nos dimos cuenta de nuestro valor y decidimos exigir un trato digno. Aprendimos que tenemos mucho que dar. Como todos, tenemos talentos únicos que podemos aportar para mejorar el mundo. Y todo ese proceso nos da una perspectiva única.
Y por eso, nos sentimos orgullosos.
A todos (no solo los gays) nos encantan las celebraciones. Celebramos fechas importantes como los cumpleaños y aniversarios. Festejamos eventos religiosos que aportan a nuestra vida espiritual. Y también celebramos nuestros logros, como cuando nos graduamos con un nuevo nivel de educación.
Sin embargo hasta ahora no había reflexionado sobre la importancia de las celebraciones del orgullo. Antes de mudarme a los EEUU, lo único que conocía de estas celebraciones eran los desfiles altamente sexualizados. Internalicé el juicio de otros hacia mi sexualidad e interpreté todo tipo de expresión sexual gay como algo que debería avergonzarnos. Use esas imágenes como prueba de que ser gay significaba tener una vida de total desenfreno y degenero.
En ese entonces no entendía que estas celebraciones son una respuesta a la opresión que experimentamos por miles de años. Y no sabía que las marchas nacieron cuando las personas LGBT fueron abusadas por la policía en un bar gay. Esa noche, no se dejaron abusar. Salieron a las calles a luchar. Solo sabía que me sentía avergonzado de las imágenes de hombres extremadamente atractivos con muy poca ropa.
El resultado de cuando nuestra identidad básica es recibida por otros con juicio y rechazo, es una profunda vergüenza. Nos avergüenza lo que somos. Esa vergüenza oscurece el alma.
Pero no todo es negro. El amor que sentimos echa fuera el temor. Es como un rayo de luz que nos permite ver las cosas buenas que tenemos dentro, y nos ayuda a descubrir nuevas fuerzas.
El camino a la auto-aceptación es duro. Cuando se llega, no hay que minimizarlo. Hay que celebrar.
Es una lucha larga y difícil. Un gran logro! Nadie llega solo. Por eso las celebraciones del orgullo son tan populares. Se trata de una experiencia compartida. Lo logramos, juntos!

Letrero de la Iglesia United Church of Christ
Todavía nos queda mucho, pero wow, que lejos llegamos! Somos gente buena. Tenemos valor. Merecemos amor y tenemos mucho amor que dar. Tenemos el apoyo de amigos, familiares, parejas, padres, hijos. Y para los que no tienen ese apoyo, nos toca ser esa persona. Somos una comunidad. Ni uno de nosotros está solo.
En mi opinión, esas son suficientes razones para estar muy orgullosos. Celebremos!