(Esta nota es la continuación de la primera parte «El testimonio que nunca di en la iglesia» y la segunda parte «La oscuridad antes de mi amanecer«)
Diciembre del 2007. Había vivido una infancia llena de confusión y una adolescencia sintiendo terror de mi mismo. Un adulto que seguía siendo un niño adentro, llorando y pidiendo ayuda sin ser respondido. Pero también había experimentado la aceptación de algunos amigos, y descubierto una nueva realidad. Había encontrado esperanza. Tenia una imagen y un sueño que estaban agarrando forma y color.
Recuerdo una conversación con un amigo en EEUU. Le conté de una amiga que tenia todas las cualidades de mis novias anteriores. Hermosa, simpática, con una vida espiritual profunda. Sabia que no era amor, pero a veces me confundía. Me había dado cuenta de que nunca había conocido el amor y por eso no lo podía reconocer. Además me costaba renunciar al sueño. El sueño era casarme en la iglesia, tener hijos, formar una familia. Ir al Paraguay y visitar a mis familiares. Que todos vean a mi hermosa esposa. Una esposa representaría que habría logrado lo que toda la vida había deseado. Mi lucha no habría sido en vano.
Pero había un problema. Cuando me «enamoraba» y no era correspondido, no me afectaba mucho emocionalmente. Seguía mi camino sin derramar muchas lágrimas. En ese entonces no sabia por qué, pero sospechaba que era porque no estaba enamorado. Estaba todavía persiguiendo algo que no era lo que realmente deseaba. No era lo que amaba. Era el ideal, un ideal que alcanzar para ser normal. Y me había cansado de ese concepto: lo normal. Que significaba eso? Normal… o sea, conformarse a lo que la mayoría piensa que es lo correcto.
No sabia si hablaría con mis padres en mi viaje a Paraguay. Era muy posible, y muy adentro sabia que no podría aguantar sin hacerlo, pero no quería admitir que estaba por cavar esa herida en sus corazones. Solo sabía que estaba en camino a ALGO. Y tenia que seguir.
Llegue a Paraguay y sentí el calor humano paraguayo como siempre. Disfrute de unos días con amigos y familiares. Llame al pastor de mis padres, así como me había pedido mi hermano. Fije una cita. Mis rodillas temblando pero mi cabeza en alto. Me estaba dando cuenta de que era mas fuerte de lo que había pensado anteriormente. Había algo dentro mío que estaba saliendo y me hacía sentir muy bien. Hable con el pastor. Mientras hablaba, me di cuenta de que sentía menos vergüenza. No sentí la necesidad de pedir disculpas por lo que era o por lo que creía. Era lo que era. Había pasado un año entero leyendo, orado, conversando con amigos y pastores. Yo era el experto sobre mi propia vida y nadie más. Sabia mas que nunca quien era yo, a pesar de que todavía me estaba descubriendo.
El pastor me dejó sorprendido. Una de las primeras cosas que me dijo fue que mi orientación homosexual no desaparecería así nomás. Lo mas importante que el me quiso decir era que la Biblia mandaba que honremos a nuestros padres. Ser honestos es parte de honrarlos. No podía seguir viviendo una mentira. Wow! También me dijo que él no creía que ser gay impedía la salvación, a pesar de que creía que Dios podría transformarme. Me informo de que yo todavía era miembro de la Iglesia de Hermanos Menonitas en Paraguay. Si decidía aceptar mi orientación sexual, debería dar una explicación frente a la iglesia y renunciar a esa membresía. Yo sabía que no podía hacer eso, porque mis padres eran miembros de la misma iglesia. No sabia como se sentirían ellos si yo hablara frente a todos. Me parecía una medida muy humillante. Seguimos la conversación. El pastor me aconsejo que hable con mis padres cuanto antes, pero que lo haga solo unos días antes de volver a los EEUU. Me explicó que mis padres tendrían que procesarlo todo y que no era mi responsabilidad estar presente durante ese tiempo. Sería muy difícil para ellos ser honestos conmigo con respecto a sus emociones, ya que me amaban. Seria muy difícil para mi verles sufrir a raíz de todo esto, porque yo los amaba! Mi pastor me aconsejó a que me saliera del closet a ellos justo antes de irme del país, para que ellos puedan tener tiempo «a solas» y yo no fuera afectado por su proceso. Creo que este fue uno de los mejores consejos que recibí.
El plan era pasar la navidad con mi familia, unos días con amigos, y luego ir al Brasil con mis padres y hermanos. Yo solo podía pasar una semana en Brasil, pero mis padres se quedaría por dos. Si les hablaba antes de irme, les daba una semana en Brasil para superar el shock de la noticia. Después podrían volver junto a sus amigos y familiares y hablar con quien ellos necesiten.
Este visita a Paraguay tenia un sabor agrio y dulce al mismo tiempo. Sentía que estaba preparado para ser rechazado por todos. Asumiría las consecuencias que venían con revelar la verdad. Disfruté cada momento como si fuera mi ultima oportunidad de ser feliz junto a mi familia. Mi temor era que sería rechazado por todos y estaba listo para enfrentarlo. El momento había llegado. Ahora o nunca.
Fuimos a Brasil. Pasamos varios días hermosos en la playa antes de tener «la conversación» con mis padres. Trate de saborear cada momento con mis padres como si fuera el ultimo. Le pregunte a uno de mis hermanos si podría estar presente durante la charla con mis papas para darles el apoyo que necesitarían. Uno de esos últimos días me llamó un tío que se había enterado del tema y me pidió que mi cuñada (doctora) este presente en caso de que a mi papá le diera un ataque al corazón. Me hizo sonreír. No había sido el único con tanto miedo. La diferencia entre él y yo era que yo había superado ese temor. Lo que sería, sería.
Les dije a mis papas que quería hablar con ellos dos noches antes de mi partida. Ellos sospechaban algo, pero no sabían que esperar. Esa noche el clima estaba hermoso. Fuimos a un restaurante que tenía mesas sobre la playa. Todavía recuerdo la brisa suave y el ruido de las olas. No se como expresar esto, pero sentía que una fuerza interna me llenaba e irradiaba luz desde dentro mío. Sabia que cualquier cosa que digan mis padres seria parte del proceso, y mas que nada un pensamiento momentáneo. No podía dejar que nada de eso me afectara. Este el turno de ellos.
Comencé tartamudeando. Trate de explicar el proceso. Comencé por decir que siempre fui diferente… Recuerdo las caras de mis padres que trataban de entender lo que les estaba tratando de decir. No lograba decir la palabra homosexual o gay. La confusión de mis padres llevo a mi hermano a interceder por mi, diciendo: «Lo que Marki esta diciendo es que lo que vos, papá, sentís por una mujer, el siente por hombres». Mi papa se volteo en mi dirección. Estrecho sus dos manos sobre la mesa y agarro mi mano. Me miró a los ojos y diciéndome, «Marki, te amamos y siempre te vamos a amar. Vamos a luchar contigo. Cueste lo que cueste. No quiero que dudes de eso jamás». Todos lloramos. Mi mama se cubrió la cara, llorando. Pagamos la cuenta y volvimos al departamento. Mi papa casi tenia que cargar a mi mama, que no tenia fuerzas para caminar.
Durante esa noche, sentí una fuerza que nunca antes había sentido. Mi mama dijo algunas cosas que en otro tiempo podrían haberme lastimado. Sin embargo, sabia que esas palabras no eran verdad. Provenían de un corazón dolido, que se culpaba a ella misma. Mis padres estaban atrapados entre las enseñanzas religiosas y culturales que habían recibido desde su niñez, y el amor que sentían por su hijo. Hoy en día entiendo que no hay mayor amor que el de un padre.
Mis padres lo habían sospechado. Se habían preocupado durante mi niñez. Sin embargo, después de que había expresado interés en mujeres, se habían tranquilizado. Mi dedicación a las actividades de la iglesia también les dio mas seguridad de que había «superado la etapa». Hoy sabemos que ese tipo de pensamientos están basados en la falta de conocimiento. Que un homosexual tenga una relación romántica con una mujer no significa nada. Hay mucha gente gay cristiana. Pero mis papás no sabían eso. Nunca habían sido confrontados con este tema. Antes de saber de mi orientación, quizás ellos hubieran estado de acuerdo con que un gay era un monstruo degenerado (y así confirmando como me sentí por tantos años). Pero el amor que sentían por mi destruyo esa imagen como una piedra que rompe un espejo en mil pedazos. Y ahora que?
Volví a los EEUU. Mis padres me reafirmaron su amor mil veces antes de volver. Yo sabia que del dicho al hecho había un largo trecho. Esperé.
Solo les había contado que era homosexual. Unos meses después me di cuenta que ellos no habían entendido mi posición al respecto. Ellos habían pensado que yo «lucharía» en contra de mi orientación. Por un año, cada vez que hablé con ellos, sentí que les daba malas noticias. Muchas de esas noticias eran cosas que eran muy lindas para mi. Tenia novio… las cosas se hacían mas serias… nos mudamos juntos… queríamos comprar una casa. Todas noticias que eran razón para brindar, pero también razón para llorar. Tantos sentimientos encontrados.
No puedo terminar este capitulo sin hablar de la profunda admiración que tengo por mis padres. Mi madre creció en la colonia menonita de Filadelfia. Mis padres nunca habían escuchado de una persona gay que vivía una vida positiva. Ellos estaban donde yo había estado cuando tenia 13 años! Yo había tenido muchos años para procesar lo que me pasaba en cada etapa de mi vida. Pero a ellos se les vino la noticia de una vez. De un día para otro. Me imagino que habrán puesto todo en duda. Por un tiempo, creo que sintieron como que no conocían a su propio hijo. Una de las cosas que me dio mucho alivio fue que ellos muy rápidamente supieron que la orientación sexual no tiene nada que ver con la manera en que me criaron. No quería que se culpen a si mismos por haberme «hecho» homosexual. En una de las conferencias «ex-gay» se me había hecho creer que había sido abusado y que eso sumado a la relación con mis padres había afectado mi orientación. Varios años creí esa mentira. Estaba contento de que mis padres no eran (a mi parecer) víctimas de esa teoría. Sin embargo había otro aspecto. Mis padres sentían mi dolor. Querían sacarme el peso de encima. Y sentían una culpa terrible por no haberse dado cuenta antes.
Mis padres sufrieron mas por no haber estado conmigo en mis momento oscuros. El 2008 trajo muchas conversaciones y lágrimas más. Mis padres me visitaron más a menudo que antes porque decidieron que era importante que estemos juntos. Me ofrecieron su amor incondicional a pesar de no entender muchas cosas. Todavía ellos creían (creen) que ser homosexual era (es) pecado. Sin embargo eso no les impidió mostrarme todo el amor que sentían. Después de haberme salido a ellos, nunca sentí presión de ellos por «volverme heterosexual». El mensaje siempre fue el mismo: «te amamos así mismo como sos». En momentos me frustré porque realmente quería la aceptación de mis padres. No fue fácil, especialmente con respecto a la relación que tenia con mi pareja. Pero hay que darle tiempo al tiempo.
Amo a mis padres. Estuvieron conmigo antes de que me saliera a ellos. Estuvieron conmigo durante y definitivamente estarán conmigo de ahora en adelante.
Este es el primer capitulo que escribo donde se me salen lágrimas. Ya he superado el dolor, trauma y sufrimiento que pase en el 2007, pero todavía no puedo dimensionar el amor de mis padres. Los amo con todo mi ser. Desde ese día, durante los siguientes cinco anos, muchas cosas pasaron. Hoy en día hablamos todo el tiempo por teléfono, email, mensajes de texto. A veces me pregunto si otras familias se aman tanto como nosotros! Nunca, NUNCA cambiaría a mis padres por nadie en el mundo.
Y así pase del 2007 al 2008. El paso de un año al otro fue muy significativo para mi. En esa noche fresca en Brasil, mi mama me pregunto si tenia novio. Le dije que no, y dije la verdad. Pero tres días después conocí al amor de mi vida.
Esta nota fue la continuación de la primera parte (El testimonio que nunca di en la iglesia) y la segunda parte (La oscuridad antes de mi amanecer).
Historias que siguen: Nuestro final feliz Parte I y Parte II, donde hablo de cómo llegó nuestra hija a nuestras vidas; y Un año despues… describe las emociones que me sobrevinieron el dia de su primer cumpleaños.